José de Jesús Reyes Ortiz
De semblante sereno, sobre su silla de madera y a su costado dos huacales llenos de camotes tatemados, Don Chuy, como también es conocido, dice haber vivido toda su vida en Santa Anita, tiene 67 años y desde hace 20 se dedica al arte de tatemar camotes a la leña. Don Chuy se instala a diario en la entrada principal del mercado municipal para comerciar sus tradicionales camotes a la leña estilo Santa Anita.
Antes de ser conocido en el pueblo como “el camotero”, Don Chuy fue agricultor en su juventud y albañil durante 30 años hasta que su cuerpo le impidió seguir laborando en la obra, por lo que comenzó a dedicarse al oficio que realizaban sus abuelos, regularmente compra camote en el mercado de abastos o con agricultores de la localidad para procesarlos a la leña.
Su trabajo no es fácil, en ocasiones tiene que levantarse a las cuatro de la mañana ya que el proceso para elaborar los tradicionales camotes consiste en dejar reposar la hortaliza durante tres días al aire libre para después lavarlos y cortarle las puntas, respecto al horno, este lo deja calentar tres horas con leña de roble, ocote o mezquite para meter los camotes, tatemarlos con miel y finalmente sacarlos a la venta.
“Suda uno muchísimo, entonces está duro hacer este trabajo, no cualquiera lo hace por eso habemos pocos camoteros”, asegura don Jesús, por lo que considera que el mayor riesgo de sus oficio es estar tanto tiempo cerca del fuego, por lo que sus brazos están llenos de quemadas producidas a la hora de sacar el camote de los hornos.
Menciona que lo más difícil de su labor son las constantes quemaduras y las enfermedades de la garganta, que suelen presentársele en los cambios bruscos de clima con las temperaturas tan altas que implica el estar laborando cerca de un horno.
Fiel a su frase de “poco veneno no mata”, don Chuy siempre regala un pequeño camote de prueba o de pilón a sus clientes con la finalidad de que se lleven una satisfacción y regresen al mercado, además su jovialidad y personalidad provoca que los vecinos de Santa Anita siempre recurran a él para saludarlo o dialogar: “toda la gente me conoce, a veces viene nomás a platicar conmigo”, dice.
El camotero ha llevado sus productos a diversas partes de la región, donde también es conocido el peculiar sabor de sus camotes tatemados,Tlajomulco, Toluquilla, Cajititlán y San Sebastián son algunos de los puntos a los que don Jesús suele ir a comercializar.
Sus clientes lo identifican y él asegura tenerlos desde Monterrey hasta la Ciudad de México, por ejemplo un sacerdote de apellido Villanueva que se lleva un huacal de 30 kilos de camotes cada año durante las festividades de las fiestas patronales.
Actualmente don Chuy “el camotero” ya le heredó el oficio a uno de sus seis hijos, el cual ya tiene su propio horno y comercializa sus camotes al estilo Santa Anita en la cabecera municipal de Tlajomulco y otro de sus hijos lo apoya en el puesto mientras él saca los camotes del horno.
Mientras tanto él seguirá tatemando sus camotes hasta que su cuerpo se lo permita y lo hará “a la antigua” ya que el sabor es diferente a los camoteros que lo hacen simplemente con diésel, aunque “estemos jugando con lumbre”, asegura.
