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Los colores de la fiesta

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ni el frío ni la lluvia de los primeros días de febrero pudieron apagar la llama encendida dentro de los corazones de miles de devotos del pueblo de Santa Anita y otros lugares durante las festividades en honor a su patrona, Nuestra Señora de Santa Anita.

 

La alegría de ver en procesión a la madre de Dios en su advocación de la Candelaria se notó en las expresiones de las personas conglomeradas en un pueblo, en un sentimiento, en una devoción. La fiesta también vino de otros lugares del país sobretodo de Monterrey, Nuevo León; Saltillo, Coahuila y Apaseo el Alto, Guanajuato, quienes con sus respectivos contingentes se unieron a la fiesta.

 

Y es que las peculariedades del pueblo de Santa Anita hacen que cualquiera se sienta en casa, pues las acogedoras sonrisas de los pobladores del lugar y su cálido respeto hacen pasar unas fiestas religiosas únicas.

 

En la calle se puede encontrar desde un café hasta una cuba de tequila, desde una ensalada hasta unos tacos de suadero pasando por botanas, pan de nata, ricas rebanadas de pastel, churros dulces, elotes y verduras, sin olvidar la especialidad de la casa: camotes tatemados o un plato de birria de ternera. Una variedad gastronómica para todos los gustos.

Santa Anita de los "cuetes".

Vibra el suelo.

 

El retumbar en el cielo durante el novenario de las fiestas patronales a todas horas del día, fruto de los “cuetes” lanzados desde tierra anuncian las mañanitas a la virgen apenas sale el sol, las peregrinaciones por las tardes y cierran la jornada después de la tradicional quema del castillo en punto de las 22:30 horas.

 

Los fabricantes de pólvora tienen trabajo y los “cueteros” encabezan todas las peregrinaciones, dentro del convento franciscano cae la mayoría de los residuos, lo que hace una panorámica impresionante, parecido a un campo de guerra con los “palitos” incrustados en sus jardines.

 

Y es que en Santa Anita tronar pirotécnia no es sólo cuestión de hacer ruido o de costumbre sin razón, es seguir una tradición y esto la mayoría de los pobladores lo comprenden. Por ejemplo, está el caso de José Carlos Rivera Robles, cabeza de una familia que en esta ocasión cumplió 89 años ininterrumpidos de donar el castillo del 01 de febrero, en la víspera del día principal.

 

Ellos, son la familia más antigua en donar un castillo para el festejo mariano y según Rivera Robles lo siguen haciendo por los favores que han recibido por parte de la virgen María, especialmente después de que sanara a su abuelo José Robles Vizcarra, quien fue el iniciador de la tradición del castillo.

 

“Le debemos muchísimos favores a la Santísima Virgen, en alguna ocasión mi abuelo quemando pólvora le explotó una bomba que pusieron debajo y desfalleció, pensaron que había muerto, después lo tendieron y por milagro de la virgen de Santa Anita él logro vivir más tiempo”, expresó. Cuatro generaciones después “y contando”, como dice José Rivera, la tradición aún sigue viva y cada año de 10 a 20 personas de la famila se cooperan económicamente para completar la cantidad requerida y comprar el castillo.

 

La religión la trajeron los españoles, pero la religiosidad la dotaron nuestros antepasados indígenas y muestra de ello son las tradicionales danzas que se hacen presentes durante esta y muchas de las festividades religiosas en el país.

 

En Santa Anita no hay edades para danzar, desde pequeños que apenas comienzan a caminar se les puede ver encabezando, junto a sus padres, el contigente de su agrupación, igualmente se encuentran ancianos ofreciendo el ocaso de su vida al arte de bailar para la virgen.

 

Existe en el pueblo una danza sonajera, única en su tipo en la región. Esta danza de nombre “Danza Sonajera de Nuestra Señora de Santa Anita ” fue fundada en 1935. Con 80 años de existencia y cuatro generaciones formadas en su campo sigue vigente, hoy su actual dirigente, el señor Roberto Chavira explicó que es difícil no poder danzar a pesar de haberlo hecho por 35 años seguidos.

 

“Yo danzaba porque me nacía, inclusive ahorita estoy viéndolos bailar y me tiemblan los pies, me dan ganas de meterme pero los pies ya no me ayudan, se me jodió una rodilla pero es una cosa que ya la tiene uno en la sangre”, aseguró Roberto Chavira.

 

Ahora él inculca a su hijo la tradición danzar, conocimientos que han sido recibidos con gusto, pues incluso está aprendiendo a tocar la chirimía, estilo de flauta utilizada en estas agrupaciones.

 

Detrás de las danzas, los conocidos “changos” otorgan alegría y terror a la vez durante los recorridos en las calles del pueblo, pues decenas de niños se visten de algún personaje de ficción sacado de las películas de terror y con chicote en mano (tipo de lazo que al chocar con el suelo saca un fuerte ruido), avanzan en las procesiones. Su función más que asustar a las personas es la de espantar al maligno según la tradición.

Diversión para todos.

Al sonido del Quelite se abren los festejos nocturnos en la plaza principal, un promedio de tres bandas por noche en los días fuertes de la fiesta se ubican en diferentes puntos del atrio parroquial para deleitar a los jóvenes y adultos tocando melodías de tambora y banda tradicional, además de los éxitos más modernos del género grupero.

 

Alrededor de la plaza los grupos de amigos se ubican para tomarse unas cervezas o unas “cubas”, las familias caminan tranquilamente con un algodón de azúcar y algunos ancianos se sientan en las bancas, lo cierto es que todos se encuentran a la hora de la quema del castillo.

 

Si van con pareja es bueno, pero los jóvenes que van solos o entre amigos tienen la posibilidad de encontrar al “amor de su vida” caminando por la plaza, si no lo consiguieran, los juegos mecánicos, la casa de los espejos y los juegos de azar se ubican en las calles aledañas para su diversión.

 

La cuestión en esta fiesta es que nadie se queda sin pasarla bien en compañía de sus familiares o amigos, existen múltiples actividades que hacen durante nueve días a nuestro pueblo, un lugar lleno de colorido y magia.

Santa Anita Periódico es una publicación impresa de carácter mensual con área de cobertura en Santa Anita, Tlaquepaque.

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